Érase una vez un joven ateniense, en el siglo IV antes de la era común que, haciendo honor al significado de su propio nombre, Arístocles, que proviene de aristós (noble) y kleos (estirpe o gloria), se dio a la tarea de transformar la paideia agogé (pedagogía). Él nos resulta más conocido por el mote 'Platón', debido a su corpulencia.
Platón fundó una escuela de élite en los suburbios de Atenas, en el bosque de Hekádemos, de donde deviene el nombre de su Academia. Medeis Ageometretos Eisito (Que No Entre el No Geómetra), se podía leer en el letrero de la entrada a la Academia, sólo siendo aptos quienes ejercieran el poder de la abstracción propia de la Gaia metron (medida de Gaia, la diosa Tierra).
Llamar 'vendedor' o 'mercader' a Platón puede sonar disonante e irreverente para muchas personas. Él mismo jamás se habría llamado a sí mismo de esa manera. Además de hacer honor a uno de sus maestros - Pitágoras - de quien aprendió el concepto de Filosofía producto de la colonización persa del Mar Egeo, y transformar por completo la psique de sus estudiantes, Platón generó un sistema para generar ganancias que mantuvo a su Academia funcionando durante más de 900 años: hoy en día, a esto se le conoce con el anglicismo Endowment, que se puede interpretar como un un fondo financiero para el compromiso y cumplimiento de proyectos a largo plazo. Eso fue exactamente lo que representó la antigua Academia.
Platón eligió a dedo a sus estudiantes, en su mayoría estudiantes superdotados de familias influyentes y poderosas. Estos jóvenes eran los que harían cimbrar el ágora o el Partenón. Una de las finalidades de Platón era persuadir a los padres de sus alumnos para legar sus riquezas a la Academia; otra fue, apostar por lo mejor para que sus graduandos se distinguieran y fuesen reconocidos públicamente, haciendo que la Academia afianzara su fama y prestigio, y por tanto su poder.
¿Qué sucedió con la estrategia pedagógica y financiera de Platón? Resulta que funcionó, y muy bien. ¿Qué intención había detrás de todo este entramado? Crear un nuevo modelo de gobernanza política a través de su República.
Platón sí fue un vendedor. Nos vendió lo que consideró que mejoraría las condiciones de sus congéneres humanos según los valores de su época y su antropología; dedicó su vida misma a desarrollar sus ideas tras publicar los Diálogos, en los que primero ofertó lo que supuestamente enseñó Sócrates, le refutó en su República, para hacerse eco en el memético mercado de las ideas. Puso en sus libros toda su pasión y su energía. Nos vendió nuevas formas de cómo pensar y hasta un modelo de gobierno de cómo debía constituirse el Estado ideal. Esto último no es ninguna broma: su República es un manual ontológico de cómo se debe fundamentar cualquier tipo de política.
Platón no sólo vendió sus ideas al ágora de Atenas. Las vendió a un futuro que él nunca podría presenciar y a una audiencia que él jamás podría mirar, existiendo sólo en su imaginación, en su visión.
¿Por qué debería importarnos esto en nuestro mundo orientado por objetivos financieros, económicos, sociales y personales? En su tiempo, Platón se ganó la fama, el poder y el dinero de su época. Pero, ¿qué royalties recibe Platón hoy en día por comprar sus libros o incluso descargarlas gratuitamente de la internet? No recibe dinero alguno, sino algo que los helenos - y no eran los únicos - perseguían: una verdadera inmortalidad.
Que Platón haya fundado su Academia, lo cual se traduciría como la Sede de Hekádemos, no es nada superficial. Hekádemos o Academo es el nombre de un héroe ateniense. En ese mismo bosque quellev su nombre, también había dos templos: uno dedicado a Atenea, la diosa de la luz y el conocimiento, y el otro, al titán Prometeo, creador y benefactor de la humanidad, quien entregó el fuego de la fragua de Vulcano (la industria).
Lo mismo ocurre con el resto de nosotros los humanos. No se nos paga sólo con dinero, sino también con reconocimiento de que nuestras obras nos diferencian de los demás, que nos hacen únicos.El dinero y cómo se invierte es mero instrumento financiero de la inmortalidad. Este es la promesa en la mente de los emprendedores dentro o fuera de las universidades o centros de formación profesional, lo sepan poner en palabras o no.
Cualquier especialista en SEO (optimización de motores de búsqueda en internet) nos diría que la permanencia de una marca es la cúspide del marketing; igualmente, el que nuestros nombres permanezcan y se identifiquen con al menos una noble causa a la contribución individual en sociedad. Para eso también debe servir una universidad.