He aquí una buena pregunta: ¿es la hiperespecialización un problema en la educación actual? De acuerdo, plateemos una más: ¿equivale la educación de hoy a un adoctrinamiento especializado?
Con el adjetivo hiperespecializado nos referimos a que la mejor educación hoy en día solamente enseña las trivialidades necesarias para campos complejos como la ciencia de datos, la química orgánica. la programación por objetivos o la cirugía. En otras palabras, un sinnúmero de universidades o centros de enseñanza nos enseñan el cómo pero no alientan a pensar en por qué; eso recuerda a un libro estupendo escrito por Simon Sinek.
Aquí encontramos que el famoso abismo entre las humanidades y las ciencias puras es aún más ancho y más profundo. Los estudiantes de ciencias se están encontrando fuera de sus aulas en organizaciones que, si bien pretenden ser humanistas o tienen agendas ideológicas cualesquiera, no se integran en las materias hiperespecializadas que cursan o no los encuentran ya una vez desarollando una carrera profesional. La manera de inspirar o alentar -nunca adoctrinar - a los estudiantes y jóvenes profesionales a hacerse preguntas fundamentales y bien fundamentadas sobre la sociedad en la que viven ese esencial. Esa manera no debe estar manchada por las ideologías, y debe ser el resultado más socrático.
Parte de esta crítica hacia la enseñanza en la secundaria, totalemente justificadam, es la desaparición de un campo como la filosofía, sino como una materia marginal, que es más historia de la misma que aprender el proceso formal de la Lógica y las falacias (Aristóteles), de cómo construir un Estado (Platón) o de cómo la tecnociencia ha transformado históricamente la condición humana (Zaratustra, Esquilo, Nietzsche, Heidegger, Ortega y Gasset). Los graduados en filosofía trabajan como analistas conceptuales en grandes corporaciones, como profesores y funcionarios, o simplemente de otra cosa.
La hiperespecialización educativa causa dos problemas fundamentales, para resumir:
La complejidad de nuestra época exige estudiantes que inviertan en clase y/o en tiempo libre que conlleve a la membrecía en clubes de debate y discusión; que tales conocimientos técnicos se usen con lenguaje sencillo para formular preguntas asequibles al público en general. Estudiantes que luego puedan divulgar responsablemente, poner puntos sobre las íes.
Incluso aquí en la vieja Europa, donde nos jactamos de humanistas, estamos fallándole a los estudiantes. No se están haciendo preguntas sobre su lugar en el mundo, sobre su responsabilidad, y cuando ocurre suele venir aprendida de alguna plataforma o no es producto de la reflexión individual. También nosotros les estamos educando para ser engranajes económicos. El acrónimo en inglés S.T.E.A.M. (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas) ahora introduce la A de Artes; es por lo menos, un buen principio.
¿Debería toda clase de cálculo empezar con un discurso sobre ética? No. ¿Es la búsqueda interminable de conocimiento y su materialización en nuevos productos y servicios una gran pérdida de tiempo? No. ¿Alguna vez nos preguntamos si toda esta moderna tecnociencia está ayudando a nuestro mundo? Rara vez, y si lo hacemos, recurrimos al abrigo inepto del apocalipticismo.
Dice aquel popular adagio que a tantas personas hace babear, que "debemos dejar un mundo mejor a nuestros hijos". No. Debemos dejar mejores hijos a nuestro mundo.